miércoles, 6 de octubre de 2010

La libertad es volar...

Vienen a nuestra memoria unas lúcidas palabras del Premio Novel doctor Heisemberg: “La libertad de volar consiste en el conocimiento de las leyes de la aerodinámica. De igual modo, la libertad en las decisiones de la vida sólo es posible por la adhesión a normas éticas, y quien pretenda despreciarlas, como si fuesen una coacción, pondría sólo desenfreno en lugar de libertad”. Nos atreveríamos a decir, por nuestra parte, que la verdadera libertad consiste de modo radical en asumir conscientemente el propio ser, tal como se nos es dado. Consiste sencillamente en amarlo; es entonces cuando la ley natural (es expresión de la dignidad y del valor de la persona humana, que se manifiesta tal cual es a través de ella) se asume espontáneamente, sin violencias, con libertad.

No es falta de libertad que el hombre acepte su ser tal cual es. Quien, en aras de la libertad, pretendiese andar sobre las aguas no conseguiría otra cosa que ahogarse. Si esto ocurre en el orden físico, lo mismo sucede en el orden moral. Cuando se incumple la ley natural, los efectos no son tan aparentes como cuando se incumplen las leyes físicas, pero no son menos destructores. Equivale a no alcanzar el desarrollo personal, a envilecerse y degradarse.
 
Si la más profunda raíz de la libertad consiste en el auténtico amor, en aceptar el propio ser tal cual es por naturaleza, la raíz de la verdadera libertad consiste en asumir consciente y espontáneamente la ley natural.