viernes, 19 de noviembre de 2010

“Conócete a ti mismo”

Esta conocida frase de origen griego se completaba diciendo: “y sé lo que eres”. Así, se sintetiza toda una antropología y una ética forjada en una cosmovisión realista y objetiva. El hombre posee una naturaleza que dada, que debe reconocer, respetar y realizar: es un ser dotado de inteligencia y voluntad y un ser libre. En razón de su inteligencia está llamado a conocer la verdad y en razón de su voluntad está llamado a amar el bien. Existe un impulso natural en el hombre que le mueve a todo aquello que le perfecciona. El destino y dignidad del hombre radica en la vida virtuosa, único medio para lograr una adecuada “apropiación” de la condición humana. Prudencia, justicia, fortaleza y templanza; he aquí, las virtudes a cultivar en cada uno de nosotros. En el campo de lo social: especialmente la justicia y la solidaridad.

Individualismo y pragmatismo

También la “cosificación” puede obrar en el individuo con respecto a sí mismo; en un marco hedonista, la dignidad humana queda ceñida al ámbito del cuerpo y las necesidades y apetitos corporales. La primacía de la autorrealización y del propio placer, convalida, asimismo, la legitimación de todo medio destinado a su consecución y el rechazo de todo lo que se le opone; es común en esta visión, el desprecio por todo dolor y sufrimiento, y el rechazo o subvaloración del hombre débil o doliente. La “aprobación” cultural del aborto y su convalidación legal; la eutanasia, la difusión de los supuestos “derechos reproductivos” como expresión de una sexualidad individualista, la indiferencia frente al anciano o al minusválido, son ejemplos de esta actitud.