jueves, 7 de octubre de 2010

La libertad consiste en el auténtico amor...

Si la más profunda raíz de la libertad consiste en el auténtico amor, en aceptar el propio ser tal cual es por naturaleza, la raíz de la verdadera libertad consiste en asumir consciente y espontáneamente la ley natural.
 
La libertad sólo es libertad para la práctica del bien, de la verdad, de la justicia y de la belleza. Las leyes permisivas contra natura coartan la auténtica libertad, fomentan la depravación del hombre... Una libertad anárquica no es libertad. Libertad no es capricho, ni instinto, ni fuerza bruta. Una libertad no cimentada en la ley natural se destruye a sí misma, es utópica, quimérica y vaporosa, es libertinaje y anarquía. Toda libertad que se precie de tal tiene que auspiciar la defensa de la ley natural, fomentar valores éticos, humanos, morales, religiosos; primero en la persona, para enraizarla, y luego por contagio a la familia, ayudando al pleno desarrollo, unión, madurez integral de la misma. Esta libertad tiene que promover y apoyar toda libertad que contribuya a este fin, al desarrollo de la propia virtud, y por ende, de la sociedad.
 
La dignidad del hombre exige que viva en libertad. Por eso todo sistema político que garantice mejor la libertad será un factor de progreso. Pero si ese sistema no respeta los valores morales propios de la dignidad de la persona, la misma libertad queda frustrada, malgastada. Pues el sistema político no es un valor en sí mismo, sino un marco para que el hombre viva de acuerdo con su dignidad.